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Gato Periodista
Cada vez son más las parejas occidentales gays -especialmente de Estados Unidos- que contratan los servicios de una madre de alquiler en la India. Se ahorran burocracia y mucho dinero, mientras que mujeres de clase humilde acceden a llevar a un ser en su vientre cediéndolo nada más nacer. A cambio, estas mujeres reciben una buena cantidad de dinero para llevar adelante a su propia familia.
En un edificio inmerso en el caos de Hyderabad, a una hora en avión de Bangalore, el estadounidense Brad Fister, de 29 años, disfruta de la infinita dicha de ser padre por primera vez. Para lograr su deseo, Fister y su compañero, Michael Griebe, propietarios de una empresa informática, contrataron los servicios de una madre de alquiler en esta ciudad india, a miles de kilómetros de su hogar, en Kentucky (EEUU). La hija de la pareja, Ashton, concebida en un laboratorio con el esperma de Fister y el óvulo de una donante anónima, nació a mediados de febrero.
India es desde hace bastante tiempo uno de los principales países donde las grandes empresas contratan servicios que se pueden externalizar, como la atención telefónica al cliente, el apoyo tecnológico online y tareas relacionadas con la alta tecnología. Ahora los estadounidenses -y cada vez más las parejas de homosexuales- están siguiendo los pasos de las grandes corporaciones y comienzan también a “externalizar” algunos servicios reproductivos.
La práctica de contratar a una mujer en la India, o en algún otro lugar remoto, para que se le implante un embrión y geste un bebé es cada vez más pujante. Clínicas de fertilidad especializadas en este país continental ofrecen estos servicios mediante mujeres de clase humilde, a las que pagan para que gesten el hijo de familias occidentales.
Pero en los últimos tiempos se ha añadido una nueva dimensión a este tipo de práctica, ya que cada vez llegan a las clínicas de Hyderabad, Mumbai, Nueva Delhi y Bangalore más parejas de homosexuales de Estados Unidos y de otros países que quieren tener un hijo.
“India es una buena opción para los gays, porque este país es amable con los pacientes, no hay problemas legales y prácticamente no hay lista de espera”, explica el doctor Samit Sekhar, director del programa de madres de alquiler de la clínica Kiran, en Hyderabad. Además del bebé de Fister, la clínica de Sekhar ya ha traído al mundo a otros cinco hijos de parejas homosexuales. La factura por estos servicios es de unos 20.000 dólares por nacimiento, e incluye los gastos médicos y el pago de la madre de alquiler.
Los bajos costes de la India suponen sin duda un gran atractivo, asegura el doctor Gautam Allahbadia, que dirige la popular clínica Rotunda, en el suburbio Bandra, de Mumbai. “Incluso en una ciudad cara como Mumbai el precio es una décima parte de lo que costaría en Estados Unidos”, dice.
Richard y Paul son una pareja gay de Nueva Jersey que trabaja en el sector de las finanzas. Dicen que escogieron India por una cuestión de precio. “Nos sentimos como si nos hubiese tocado la lotería, porque tenemos dos gemelos sanos y preciosos por una mínima parte de lo que nos habría costado en Estados Unidos”, explica Richard.
El número de bebés que nacen de madres de alquiler se está duplicando cada par de años, según un cálculo oficioso de las clínicas. En la India, donde se habla inglés y donde profesionales y clínicas cualificados pueden ofrecer cuidados de primera clase a precios asequibles, este es un sector en pleno auge. En la India este tipo de práctica es legal, aunque no está regulado.
Las clínicas de fertilidad firman contractos vinculantes con las madres de alquiler, que ceden todos sus derechos sobre los bebés en cuanto nacen. A su vez, los padres que contratan los servicios de estas mujeres estampan automáticamente sus nombres y apellidos en los certificados de nacimiento de las criaturas.
Este aumento de las parejas del mismo sexo que acuden a la India para satisfacer su deseo de tener un hijo no deja de levantar ciertos resquemores en un país conservador, donde hasta hace tan sólo un año las prácticas homosexuales consentidas entre adultos estaban tipificadas como delito. Las clínicas y las agencias mediadoras no publicitan abiertamente los servicios que ofrecen a las parejas homosexuales. Aún así, un flujo constante de clientes llega al país a través del boca a boca o a través de anuncios en redes muy especializadas.
Allahbadia ha traído al mundo en Rotunda a unos 50 bebés de parejas gay, la mayor parte de Estados Unidos, y en estos momentos hay otros cuantos embarazos en curso. Cada una de las mujeres que aceptan ser un "vientre de alquiler" reciben entre 3.650 y 7.300 euros (de 5.000 a 10.000 dólares). Para unas mujeres que viven sin apenas recursos, ese dinero puede ser el que les permita educar a sus propios hijos, o a darles un techo seguro.
En un país que se está liberalizando con rapidez, algunos indios ven este tipo de negocio como otra consecuencia de los vericuetos de la oferta y demanda global. “Un bebé es un bebé”, dice la doctora Aloma Lobo, antigua responsable del la agencia gubernamental de adopciones india. Pero también se plantean cuestiones éticas sobre el hecho de que occidentales más ricos estén pagando a mujeres pobres y analfabetas a cambio de -al fin y al cabo- utilizar sus cuerpos. Los riesgos médicos a los que se exponen estas mujeres, y el daño emocional que supone dar al hijo que han llevado durante nueve meses, es considerado por los detractores del sistema como una explotación.
“La realidad es que en la India hay muchas mujeres que tienen problemas económicos, y que están prestando sus cuerpos a cambio de dinero”, reconoce C.P. Puri, ex director del Instituto Nacional para la Investigación en Salud Reproductiva de Mumbai.
Mientras tanto, las clínicas y los hospitales que ofrecen este tipo de servicios se enfrentan a un dilema moral diferente. Sekhar, en Hyderabad, se niega a atender a occidentales que quieren contratar una madre de alquiler por cuestiones de estilo de vida. “Si quieren usar este sistema porque tienen miedo a las estrías en la piel o a tener los pechos caídos, entonces no los aceptamos”, afirma.
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